miércoles, octubre 28, 2009

Testigo de la ciudad.



El Puente de Brooklyn tiene 1825 metros de largo. 5989 pies. Imagínate poner los talones uno de tras de otro... juntos, mirar al suelo... tacón con tacón y empezar a contar. Desde la Printing House Square en Brooklyn hasta Manhattan te salen casi seis mil... Sin equivocarte ni volver a empezar. Menudo trabajo

El Puente de Brooklyn es un gran símbolo. Une y separa los sueños de la gente. Los que vienen y los que van. Porque hay más puentes en Nueva York, pero este es 'El Puente'. El que más se fotografía, el que más se sueña, el que más se pasea, el más antiguo de la ciudad.
Se empezó a construir en 1852. No físicamente, pero sí en la cabeza de John Augustus Robebling, un ingeniero y propietario de una compañía metalúrgica, que no pudo llegar un día a Brooklyn porque el Ferry que lo llevaba a su casa no podía cruzar el Hudson debido al hielo. Allí decidió que había que hacer un puente fuerte y consistente. Tres años más tarde diseño el proyecto y comenzó a construirse en 1870. Se acabó el 24 de mayo de 1883. Su autor no pudo ver terminada su obra. Murió de tétanos. Se fracturó gravemente un pie durante el proceso de construcción por culpa de un choque con un ferry. Su extremidad no aguantó. Tuvieron que apuntarle los dedos, pero no fue suficiente y la dolencia pudo con el ingeniero. Le sustituyó su hijo que también sufrió una enfermedad por su trabajo en los pozos de cimentación. Su mujer se convirtió entonces en su ayudante y transmitía sus órdenes como una ingeniera más. Por eso fue ella quien pasó por primera vez el puente. Una mujer.

Que es una obra de arte nadie lo duda. La piedras viejas de sus dos grandes pilastras son dos grandes ventanas góticas sin vidrieras. Los cables de acero dibujan durante el camino líneas y figuras imposibles de olvidar. Son perfectas. El paisanaje camina rápido andando o en bicicleta por el centro del puente. Los coches a un lado. No son los protagonistas. Quien manda aquí es el peatón sonriente que se aleja de los rascacielos camino de casa o camina con paso firme hacia el bosque de edificios más maravilloso del mundo.

Este puente ha vivido grandes momentos. Algunos tristes, otros alegres. Es uno de los personajes con más solera de la ciudad. Ha sido testigo de la transformación de la vieja Nueva Amsterdam a Nueva York. Cuando iba caminando por su zona peatonal me venían a la mente las imágenes de aquel 11 de septiembre cuando todo el mundo huía de la ciudad por sus piedras. Es el puente más cercano a la zona cero y era la única manera segura de huir de la Gran Manzana.

Por suerte, yo los hice desde el barrio neoyorkino hasta la isla. Mi 'peregrinación' fue a eso de la una de la tarde. El sol pegaba fuerte y el río estaba en calma. La ciudad se iba a acercando a nosotros tranquila. A cada paso los edificios eran más armoniosos... Todos colocados perfectamente. Dejando a la luz el maravilloso skyline de New York. ¡Cómo ha visto cambiar este puente esta ciudad!
Entonces me acordé del final de la película de Scorsese 'Gangs of New York'. Leonardo Di Caprio desde Brooklyn se despide de Manhattan con unas frases que bien valdrían para lo que la ciudad vivió el 11-S. Pero sobre todo, el montaje final reflejaba lo que significa este puente en Nueva York, ese paso del tiempo imperturbable sobre sus piedras... Y esa música, la de U2, se me metió en la cabeza y formó y forma parte de mi paseo, de la banda sonora de este lugar. De estos casi 6000 pasos que hice una tarde de septiembre.


domingo, octubre 25, 2009

Tristes esquinas, tristes aceras.


Lo mataron aquí. Un 8 de diciembre. Cuatro tiros por amor, por locura... no sé... Sólo sé que fueron cuatro tiros los que impactaron en John Lennon cuando salía de casa. Cuatro balas certeras. El cuerpo tirado en el suelo y el mito vuela por los aires de Manhattan.

Es la acera más triste de Nueva York. Un bordillo circular que nadie pisa por respeto a Lennon. Lo pude comprobar en el rato que estuvimos frente al edificio Dakota (llamado así por el indio que tiene en la fachada principal). Tiene algún desconchón arreglado con cemento y restos de gravilla. Pero eso sí, está limpia. Reluce. Ni un papel, ni una pintada, ni un ramo de flores. Es la entrada de una vivienda de lujo pese a ser un lugar de culto para los amantes de la música.

La casa de Lennon estaba frente a Central Park, y allí su viuda instaló un pequeño monumento de rosas con el símbolo de la paz que nos recueda a John. Todo íntimo y a la vez trascendental...
Pero esta acera gris es muy simple. Sólo el cartel de "prohibido el acceso" del edificio es un elemento extraño. Cuando llegamos dudamos de si este era el lugar, pero el portero nos miró con cara seria y antes de respondernos ya sabíamos que era aquí. Tan cerca de nosotros. Este lugar...

Los turistas se quedan parados frente a él. Incluso algún neoyorkino que pasa por la calle con ritmo seguro. Con mucho respeto unos miran al cielo, otros a su interior y se agarran a la persona que tienen a su lado o a sus recuerdos y sus vivencias. Todos en silencio y con cara triste.
Porque este es un lugar especial. Muy especial. Incluso el que odie a los Beatles, no le hagan demasiada gracia o sea más de los Rolling Stones sabe que aquí se cometió una injusticia. Mataron a un hombre. Mataron una parte de nosotros.

miércoles, octubre 21, 2009

Verde sobre gris


Central Park es un pulmón verde. Y además cuadrado. Puede parecer que está incluso encajonado entre muros de cemento y cristal. Pero en el fondo los necesita para sobrevivir. Para sentirse especial e importante.
Porque es muy grande, inmenso... Central Park es Central Park por su impresionante tamaño en mitad de Manhattan. Por su Árboles, jardines, bicicletas, perros, barcas. Por sus risueñas ardillas y sus coches de caballo. Por sus turistas, su parque de atracciones y sus corredores de footing... todos conviven en este impresionante rectángulo verde.

Paramos aquí a comer y a pasear. Lo atravesamos para ir al Metropolitan e impresionaba su grandiosidad, pero quizá más lo que tenía alrededor. Las casas. Esos edificios que no desentonaban con el verde que teníamos bajo nuestros pies.
En uno de los rincones del parque un neoyorkino nos presentó a sus hermosos perros. Había discutido con una mujer que le recriminaba tenerlos sueltos por el parque. Pero ¿cómo no tenerlos libres en este lugar?... Estabamos cansados y la presencia de los animales nos reconfortó. Eran tranquilos. El hombre mayor se sentía orgulloso de ellos. Eran sus mascotas y casi sus hijos. Vivía cerca y paseaba todas la tardes por Central Park. Ese lugar especial. Ese lugar verde.

Porque en Central Park la gente pasea tranquila. Atrás queda la ciudad, dicen. Pero yo no estoy tan convencido de ello. Porque la ciudad es parte de su esencia. Sus atardeceres son uno de los mayores placeres que puede tener una persona. Ya me lo dijeron.... (Gracias Marta por tus consejos...) Es un bosque en mitad de la ciudad. Un lugar para darse cuenta de que aquí además de piedra también hay vida. A cada paso que das.





Cerca de la Quinta Avenida, tras dejar un parque de atracciones de esos de la niñez me paré en un puente de un pequeño estanque. En sus aguas se reflejaban los edificios cercanos. Era como estar en un pequeño paraíso con la presencia constante de los gigantes de piedra y cristal. Cerca. Sonriendo al agua. Sonriendo al parque.

martes, octubre 20, 2009

Cruce de caminos



Van y vienen. Se cruzan. Nadie se detiene. Ni se mira a la cara. Pero eso sí, nadie se tropieza. Ni duda en la zancada. Lo llaman prisa. Esto es un lugar de paso y eso se nota. Nadie quiere permanecer quieto y sin embargo es el lugar donde más se siente el orden y la paz de toda la ciudad. Orden y silencio. Es la Estación Central de Nueva York.

Arquitectónicamente es una obra maestra. Una gran bóveda amplia y luminosa nos da la bienvenida y cae sobre los viandantes. La luz entra por impresionantes ventanales que proyectan los rayos de sol al suelo. Como en una catedral de bellas vidrieras. En su techo está dibujado el firmamento con una meticulosidad fascinante. Astros y constelaciones guiando los pasos del que lo mira. Eso sí, está al revés porque el autor tomo como modelo un mapa celeste medieval y en esa época era tradición pintarlo así. Y los viajeros siguen las estrellas de un lado para otro.
Cuando entré en este edificio, con los pies cansados y la mirada perdida después de tanto recorrido, jamás imaginé que el silencio iba a emocionarme. Un silencio armonioso de gente que va y viene. Que no dice nada porque tiene muy claro hacia donde va y que como en una coreografía, cada uno tiene muy claro su papel y nadie distorsiona el lugar: Los que miran los carteles de información. La pareja que se despide en una esquina. Los turistas con sus guías y sus pies cansados. El ejecutivo que sale de la puerta 8 para ir a la 16 al otro lado de la estación.... Todo rápido, rápido... pero a la vez tranquilo. Seguro.
Extrañamente este fue uno de los lugares que más me emocionó de la ciudad. He conocido muchas estaciones de tren y autobús. A veces pienso que demasiadas. Estaciones frías, presuntuosas, provisionales, apagadas, en ruinas, alegres... pero la Estación Central de Nueva York es diferente. Es la prisa hecha arte. Un trabajo sencillo con pequeños artistas que ellos mismos no saben que lo son: los pasajeros.

domingo, octubre 18, 2009

Días rojos. Días con Malea.

"No quiero poseer nada hasta que encuentre un lugar en donde esté en mi lugar y las cosas estén en el suyo. Todavía no estoy segura de dónde está ese lugar. Pero sé que aspecto tiene. -Sonrió, y dejó caer el gato al suelo-. Es como Tiffany's - dijo-. Y no creas que me muero por las joyas. Los diamantes sí. Pero llevar diamantes sin haber cumplido los cuarenta es una horterada; y entonces todavía resulta peligroso. Sólo quedan bien cuando los llevan mujeres verdaderamente viejas. Arrugas y huesos, canas y diamantes: me muero de ganas de que llegue ese momento. Pero no es eso lo que me vuelve loca de Tiffany's. Oye, ¿sabes esos días en los que te viene la malea?
-¿Algo así como la morriña?
-No -dijo lentamente-. No, la morriña se viene porque has engordado o porque llueve muchos días seguidos. Te quedas triste, pero nada más. La malea es horrible. Te entra miedo y te pones a sudar horrores, pero no sabes de qué tienes miedo. Solo que va a pasar alguna cosa mala, pero no sabes cuál. ¿Has tenido esa sensación?

-Muy a menudo. Hay quienes lo llaman angustia.

-De acuerdo. Angustia. Pero ¿Cómo le pones remedio?
-No sé, a veces ayuda una copa.
-Ya lo he probado. También he probado con aspirinas. Rusty opina que tendría que fumar marihuana, y lo hice, una temporada, pero sólo me entra la risa tonta. He comprobado que lo que mejor me sienta es tomar un taxi e ir a Tiffany's. Me calma de golpe, ese silencio, esa atmósfera tan arrogante, en un sitio así no podría ocurrirte nada malo, sería imposible, en medio de todos esos hombres con los trajes tan elegantes, y ese encantador aroma a plata y a billetero de cocodrilo. Si encontrase un lugar de la vida real en donde me sintiera como me siento en Tiffany,s, me compraría unos cuantos muebles y le pondría nombre al gato"


Desayno en Tiffany's. Truman Capote



En la Quinta Avenida con la 57 se encuentra la joyería más famosa del mundo. Paredes de piedra. Pequeños escaparates. Grandes luces y brillos. Se llama Tiffany's. Y un croissant envuelto en papel de estraza junto a un café caliente hicieron el resto.
Llegamos una tarde miércoles. Ya era hora de cumplir lo prometido y ver el lugar que Holly Golightly, el personaje angelical que interpretó Audrey Hepburn y que no era tan perfecto en la novela de Truman Capote.
Tiffany's son cinco plantas. Cada una dedicada a una parte del lujo. Planta primera: Joyas. Planta segunda: Plata.... Planta quinta: Diamantes. Todo lo que hay ahí vale tan 'poco' como tu propia casa o tu sueldo de asalariado. Joyas y más joyas que más que a la venta parecen formar parte de una exposición perfecta. Hay sonrisas. Chicas ricas neoyorquinas comprando anillos con sus madres y mucha corbata y traje como decía Holly. Y todo ello con vistas a una calle con más tiendas de alta costura de las que uno se pueda imaginar. La Quinta Avenida.
Paredes de mármol. Todo impecable y nada parecido a ese anillo de Audrey salido de una caja de galletas.... Pero no importa. Porque lo que es cierto es que la escena inicial de una Quinta Avenida vacía a primera hora de la mañana en la que un taxi para frente a un escaparate y baja una chica vestida con un impecable traje negro es parte de la historia de esta ciudad. Y ellos lo saben. Y te tratan bien. Saben que vienes buscando ese lugar que relataban en la película. Ver las vitrinas y comprobar si realmente cura los días rojos. Los días con malea.

viernes, octubre 16, 2009

Top of the Rock


Rockeffeller Centre. Nueve de la noche. El helicóptero se acerca y sí, lo que parece una tontería es real. El copiloto nos saluda. Sonríe. Y luego da la orden a su compañero y siguen su camino por los cielos de Nueva York. Dejando al personal atónito y con tema de conversación. Eso es esta ciudad. Una caja de sorpresas.

Porque la puesta de sol en este edificio fue eso. Una caja de sorpresas. Jamas mis ojos vieron un cambio tan radical en el paisaje urbano. ¡Cómo es Manhattan de noche! Esas lucecitas colocadas estratégicamente en las ventanas de los rascacielos, esos barcos por el río Hudson, esas brumas... El sol no se va. Sólo se aleja de uno. Aquí la luz es importante.
Desde la terraza el faro de Nueva York, el Empire State, nos ofrecía color blanco. Times Square parecía un horno iluminado de estrellas y destellos. Central Park eran sombras misteriosas.... Ver atardecer en el edificio conocido como Top of the Rock es encontrar que esta ciudad sabe enamorar a la tarde. Bien lo conocían los obreros que lo construyeron el edificio. Ahora entiendo porque sonreían en las conocidas fotografías que cuelgan en más de una casa. Eran felices sabiendo que hacían historia. Que eran importantes.
Trabajadores de alturas haciendo un complejo de 19 edificios donde está el Radio City Music Hall, los estudios de la NBC y la famosa pista de hielo que todos los inviernos se instala en sus jardines del edificio principal.

En ese edificio, Diego Rivera, el marido de Frida Khalo, pintó en la entrada del edificio uno de sus murales por encargo. Lo llamó 'El hombre en una encrucijada'. Era la gran obra de Rivera en Nueva York. Pero un ligero detalle acabó con ella. El pintor mexicano tuvo la idea de retratar en él a la figura de su adorado Lenin. Y la familia Rockeffeller, indignada y acosada por la prensa, lo tapó y más tarde lo destruyó. Años más tarde Rivera lo volvería a pintar en México prácticamente como lo dibujo en Nueva York. Y en el edificio de los Rockeffeller colocaron en su lugar lamparas, ascensores y algo de frialdad Art Deco solo rota por la inscripción que hay en la fachada. Un dios del rayo sujeta con sus manos una leyenda en inglés que dice: "Wisdon an Knowledge Shall be the Stability of Thy Times" (La sabiduría y el conocimiento serán la estabilidad del tiempo). Dejemos pues... que lleguen a nuestras vidas.


martes, octubre 13, 2009

'M'... Historia y arte


Todo el que lo pronuncia siempre se siente especial. Tiene tantas "emes" en su nombre que se le llena la boca y le sale un acento neoyorkino espectacular. Todo el que lo pronuncia cambia su cara y pone gesto de interesante. Todo el que va a Nueva York cae en sus garras. Entra escéptico o ilusionado. A veces incluso con pocas ganas. Pero eso sí, sale siendo mejor persona. Es el Metropolitan Museum of Art. El "Metropolitan" (léase despacio, como decimos, intensificando las emes, con un toque de personaje doctoral y acentuando mucho su 'esdrujulicizad')

De Egipto a Roma. De Roma a Cartago. De Cartago a los confines de la China. De la China a Oceanía y después a África. Y luego de vuelta a Europa. Y de nuevo a viajar... Eso es el Metropolitan. Un viaje por la historia, por el arte, por nuestra vida. Piezas cercanas y lejanas que han ocupado tantas veces nuestra frágil memoria... ¿Quién no se acuerda de las famosas pirámides? Pues aquí hay una ¿Y las momias con sus sarcófagos? También las hay. A montones. ¿Quieres ver una cuadriga romana? En la segunda planta, en el ala de arte romano... ¿Que lo tuyo es la época medieval? En el pabellón central te aguarda la mismísima reja de la Catedral de Valladolid, auténtica, autentica; que dejó de servir en el s.XVIII cuando acabaron las reformas la iglesia. ¿No sabes cómo dormía María Antonieta? Pues pasando un par de salas de la que se guarda una de las armaduras del Príncipe de Asturias, tienes una reproducción de los doseles de la cama de la reina. Y su tocador, y sus alfombras... su habitación completa. ¿Quieres más? Pues Grecia está junto a Roma, no podría ser de otra forma; y junto ellas hay una gran piragüa de las primeras tribus de Oceanía que a su vez se encuentra cerca de varias máscaras africanas de lo más impactante.

Y luego claro está.... el arte contemporáneo. Cuadros y esculturas memorables. Para los que tenemos debilidad por esta época, el Metropolitan es una sorpresa. Nada que envidiar al MoMA (otro museo con mucha "m" pero tan juntas... que al pronunciarlo no produce el mismo efecto). El resumen pintórico es apasionante. Picasso,Degas, Cézanne, Van Gogh,Jasper Johns.... Y sobre todo Modigliani... Viví uno de los momentos más bellos de mi vida viendo una pintura de Amedeo Modigliani, uno de mis pintores favoritos. Era uno de sus famosos desnudos. Esos colores, esa mirada que no existe.... Jamás olvidaré ese momento.... jamás.... Puede que nadie lo entienda. Pero lo que sentí a mi me basta.

Paseé por el tiempo. Retuve recuerdos y cosas que había aprendido de niño. ¿Por qué tienen todo esto aquí? Pues muy fácil. Nosotros queremos ver una iglesia gótica y seguramente en nuestra ciudad la hay. Ellos no. Queremos ver un Palacio del siglo XVIII y el viaje no será muy largo... Bueno Egipto y Roma quedan lejos, pero al fin al cabo a ellos siempre les separa un océano y años de historia borrada de su mapa personal. Y estos lugares son los únicos sitios en los que ver todo aquello que el Atlántico no les deja: Arte e historia.

Y no sé... cuando bajé las escaleras del Museo me di cuenta de que en tres horas de mi vida había recorrido toda la historia del mundo junto a Central Park. Y por un rato me olvidé incluso que estaba en Nueva York.

lunes, octubre 12, 2009

La búsqueda de Almas.



Llevo todo el fin de semana con esta canción. No hay que contar mucho. La letra lo dice todo. Es un tema de María Grever, cantante mexicana que falleció en Nueva York en 1951. Y Pedro Guerra ha versionado en su último disco. Magistralmente. Como siempre. Un par de estrofas tan bonitas tan bien escritas, tan bien cantadas... Suena la guitarra y la voz de Pedro te deja quieto:

Alma mía, sola. Siempre sola
Sin que nadie comprenda
tu sufrimiento,
tu horrible padecer.
Fingiendo una existencia
siempre llena
de dicha y de placer
de dicha y de placer

Si yo encontrara un alma como la mía
Cuántas cosas secretas le contaría
Un alma que al mirarme sin decir nada
me lo dijese todo con su mirada
Un alma que embriagase con suave aliento
que al besarme sintiera lo que yo siento
a veces me pregunto, ¿qué pasaría?
si yo encontrara un alama como la mía


Siempre tuve debilidad por Pedrito... De hecho este blog empezó con una cita suya. Pero lo que ha hecho con esta versión.... en fin...

.... Retomemos de nuevo el rumbo de este blog... y sigamos con Nueva York. Donde vivió la autora de este tema que puso una última condición antes de morir: Que sus restos regresaran a su México natal. Su alma regresara a su origen.

sábado, octubre 10, 2009

Ojos


Son dos ojos de metal que en verano pasan calor y en invierno frío. Que aguantan suspiros, risas, toses y alguna lágrima de emoción. Que soportan estoicamente que los niños les zarandeen, que los mayores se apoyen fuertemente o que alguna alma quiera dejar en su cuerpo la señal de que estuvo allí con una fina navaja. No importa. Siempre están ahí.
Son dos ojos que no hablan. Porque si hablasen... ¡Ah!... si hablasen... Las palabras que han escuchado serían las primeras en salir. Llenarían todas las calles de Nueva York. Letras y signos que caerían desde las más altas torres de la ciudad que nunca duerme como cascadas de recuerdos, deseos y felicidad.
El segundo par de ojos del Empire State nos abrió su mirada cuando introdujimos los 50 céntimos de ilusión. Y nos enseño cómo ve él la ciudad. Una ciudad circular dispuesta a ser espiada. Pequeños coches que se paran al paso de los peatones. Ventanas indiscretas donde una pareja empieza una historia de amor.... El Flatiron imponiendo su división de calles, El edificio de la Chrysler sonriente y enigmático, el hueco profundo de las Torres Gemelas... Y nosotros hablándole... Con la voz y con los pensamientos. Y el pequeño catalejos tragando nuestras historias. Nuestros deseos...
Nueva York tiene los prismáticos más bellos que he conocido. Mucho más bonitos que los que me enamoraron en la bretaña francesa. Sus dos ojos abiertos son algo más que dos lentes focales... son pequeñas cajas de ilusión donde almacenar palabras, sueños y felicidad.

El faro de Nueva York


¿Quién no sonríe cuando ve este edificio? ¿Quién no abre bien los ojos y se evade volando hasta su punto más alto? Y vuelve a la niñez. Al blanco y negro. A King-Kong y sus amigos los aviones. A las gabardinas grises, los sombreros calados, las chicas fumando y los coktails por doquier... a las películas americanas esas que nos dejaban ver sólo los domingos.

El Empire State es el faro de Nueva York. Allá donde vayas, si te sientes inseguro, su impresionante antena te guía. Te observa. Y es más grandioso cuanto más lejos de él te encuentras. Al revés de lo que uno pueda pensar, esta gran torre es un juguete caprichoso que le gusta sorprenderte entre avenidas. Miras impresionado un edificio y de pronto, cuando la descubres en el claro de la calle tu corazón grita: "¡Mira, allá al fondo está de nuevo el Empire!"... Porque el faro de Nueva York te busca a ti, para que no le olvides. Para que le recuerdes siempre.

Traté de medirlo y lo único que conseguí es sentirme más pequeño de lo que uno es. Su impresionante vestíbulo Art Deco, su ascensor de hierro que te invita a sentirte como los grandes actores de los 40 y 60 en la ciudad emergente de Nueva York... Es el edificio que realmente te hace recordar el viejo Manhattan, el que nos pone nostálgicos...

El Empire State se construyo en un año y medio y se inauguró en mitad de la Gran Depresión de los Estados Unidos. No se vendieron ni la mitad de sus oficinas y durante años fue un fiasco económico sólo salvado por su impresionante terraza. Allí una bandera y cientos de turistas observan el acontecer de la ciudad. Entre ellos yo, que recorría con mi mirada todos los lugares ya conocidos y los que me quedaban por conocer. Trazando rutas, tomando referencias. Usando el faro de la ciudad en propio terreno.

El Empire State fue el edificio más alto de la ciudad hasta que llegaron las malogradas torres gemelas. Y hoy vuelve tristemente a poseer ese título. Altura y belleza. Belleza y protección. Protección y guía. La guía que uno necesita en este oceano de torres, casas, gentes y coches que es Nueva York.

jueves, octubre 08, 2009

Esquinas confortables


Hemos caminado un rato desgastando los zapatos. Paso firme al frente hacia el sur. Y de pronto dos líneas se cruzan al final de la calle hasta el infinito. Una sierra de piedra corta y parte en dos la calle. A un lado, Brodway, al otro, la Quinta Avenida. Es el Flatiron. El edificio triangular y vertiginoso de Nueva York.
Siempre tuve pasión por este rascacielos. Desde que lo descubrí en uno de esos libros de Ciencias Sociales de la EGB que pasó por mis manos. Incluso me empeñé en ver edificios parecidos en mi ciudad. No me podía quitar de cabeza lo acurrucadito y feliz que se tenía que estar al final de la habitación más al sur. Sentarse en ese rinconcito circular sin otro objetivo que ver pasar el tiempo, ver pasar las cosas y las gentes en mi mundo. Sin molestar y sin que me molesten.
El rascacielos más original en mi opinión de Nueva York es una joya arquitectónica. Sus fachadas, las dos, son dos moles livianas de piedra que con su ondulaje te llevan al centro de todo, al centro de uno. Y si miras desde esa esquina circular hacia arriba (como hay que mirar siempre en Nueva York: nunca al suelo, siempre al cielo!) sientes que vuelas, que el cielo está ahí para sujetar cosas como esta.

En la Quinta Avenida, junto a la fachada del Flatiron, un viejo librero vendía postales, fotos y cuadros antiguos de esta zona. Yo le compré una foto de una familia que vivía en una calle paralela al edificio. Posaban sonrientes en un estudio de época. El hombre que salía en la foto era un tío suyo, hijo de uno de uno de los obreros que construyeron el edificio y que todas las mañanas comentaba asombrado lo que les costaba construir esa esquina circular. Antes de morir, según el paisano, le donó todo el material para que lo vendiera pues no tuvo hijos a quien dejarlo. Yo la verdad no me lo creí, pero sólo por el interés y por la originalidad le compré la foto. Me llevé un trocito del Flatiron en papel para acurrucarme en él, para dejar pasar el tiempo, viendo pasar las cosas, las gentes... la vida... como tantas veces imaginé delante de este lugar.

miércoles, octubre 07, 2009

Tiempo tranquilo.


Lo primero es la luz. Luego viene todo lo demás. Ya puedes pensar que tienes que tener cuidado con el tráfico, que hay demasiada contaminación... nada importa tanto como la luz del sitio. Y el tiempo. Que se detiene irremediablemente como si todos los días fuesen el 31 de diciembre y ves bajar la bola de colores de uno de los edificios de la plaza. Es Times Square. Luz y tiempo irremediablemente detenidos.
Times Square es rojo y azul. Es blanco y amarillo. Son miles de colores que se entremezclan y se te meten en los ojos con una rapidez pasmosa. Está Mary Poppins volando entre cristales, anuncios de Kodak, de Thosiba, de Coca-Cola... la mítica Virgin y las letras que suben y bajan los montes de carteles que anuncian noticias. Está el viejo anuncio de la Chevrolet, el único no iluminado de toda la plaza que se mantiene como un espejismo del pasado. Y está el paisanaje sonriendo sentado en las escaleras iluminadas de color rojo que en mitad de la plaza recuerdan que aquí estás en la meca de los musicales. Todo es espectáculo y uno forma parte de él.
Decir que Times Square es el corazón de New York quizá sea una tontería. No sé. A mí me dio la impresión que eran los ojos que dan brillo. Los ojos que dan luz. Maldita luz. Bendita luz.
Times Square es Brodway, son tiendas, son gentes haciendo cola, fotografiando o comprando. Y aunque parezca mentira es tranquilidad porque todo es tan armonioso dentro de la magnificiencia que uno puede respirar y sentir que aquí el tiempo se detiene, que la ciudad sigue su ritmo, el ritmo que marca Times Square.