domingo, noviembre 06, 2011

Via Chicago...



Se me ha metido una canción en las entrañas. Si. En las entrañas. Y no sale. No se despega. Ejerce sobre mi el placer de un bálsamo intimista; y el dolor de la cruda realidad. Se mezcla todo. Ganas de llorar, ganas de reír, de gritar.... Estoy angustiado. Angustiado de belleza y dolor.

Llego a mí el jueves pasado en una de las ciudades que más adoro: San Sebastián. En uno de los más bellos auditorios que conozco: El Kursaal; y con unos amigos que son algo más que amigos, Dados.... Sentadito en mi butaca, unas leves notas entraron para quedarse. Y una vez dentro, soltaron su poder destructor con un ruido ensordecedor que te aniquila y te deja a mereced de su melodía.

En ese concierto lloré, reí, aplaudí, me encogí y agrandé como una esponja. Me reencontré conmigo mismo. Con lo que soy y quiero ser. Con cada cosa importante de mi vida. Puede parecer cursi si digo que efectivamente como me habían predicho... "iba a ser uno de los conciertos de mi vida".

¿Puede la música hacerte sentir todo aquello que no puedes expresar?

Escucha desnudo de prejuicios esta canción. Cierra los ojos. Déjate llevar por la melodía y la voz del cantante de Wilco y luego habla. Con la mirada. Con las manos, con tu voz si es que te sale... y me lo cuentas.

Yo por suerte tengo esta canción en mis entrañas. Y me alegro de que no quiera salir. La quiero para mí. Para siempre. Para cuando alguien me haga daño o me haga feliz. Para saber cuál es el camino correcto. Para volver a casa. Para volver a ser yo... Via Chicago... Via Chicago...

martes, octubre 11, 2011

Oscuridad



Ahora que empieza a oscurecer antes, que en un par de semanas tendremos una hora más de noche, yo miro al cielo frío todos los días cuando salgo tarde del trabajo. La oscuridad no me asusta. Me he acostumbrado a ella. A sus silencios. A oír mis pasos por las calles desiertas de Logroño cuando salgo del trabajo. Ahora que empieza a oscurecer antes, he decidido encender una luz nueva. Llena de ilusión.

No va a ser muy complicado. Ya me lo ha explicado mi sobrino con 'su seriedad'de cuatro años: "Te voy a enseñar algo sorprendete. Mira entre los árboles y fíjate en el punto blanco que cada noche sale. Es la lunaaaaa!" . Y cuando me espetó semejante verdad salimos los dos corriendo en su búsqueda. Como dos niños que somos. Los dos... A veces yo más que él... más de las que me imagino...
Pero como digo salimos corriendo a su búsqueda entre las calles sin miedo a la oscuridad que poco a poco se iba metiendo en los recovecos de cada acera. Y el reía en cada esquina diciéndome "¡Ahí está! ¡Que grande! Sin miedo tíoooooooooo" y yo reía y corría con él. Sin mediar palabra, solo mirando al cielo. Un cielo que cada vez me iluminaba más. Me quitaba de encima todas las cosas malas que ese día me habían oscurecido.

Y cuando llegamos a su casa me hizo prometer que al día siguiente volveríamos a buscar a la luna. Para quitarnos el miedo. Para quitarnos la oscuridad que se nos iba apoderando durante el día hasta convertirnos en noche.

El problema fue que no cumplí su promesa porque la maldita rutina no me dejó hacer aquella cosa importante que tenía que hacer al anochecer. Antes de mi anochecer habitual....

Por eso me he prometido que voy a encender una luz nueva todas las noches. Mirar a la luna aunque esté nublado o no se vea. Correr con la mente por las calles. Aprender de la oscuridad y nunca más no cumplir una promesa. Y ahora que empieza a oscurecer antes, que en un par de semanas tendremos una hora más de noche puede ser la mejor solución para impedir que lo malo nos consuma.

martes, octubre 04, 2011

semillas


Hace un año, por estos días de otoño planté una semilla que durante todo este año ha estado creciendo. Poco a poco. Con las lluvias de octubre, aquel 31 de octubre lleno de agua, fue cogiendo cuerpo. Luego llegó noviembre, las nevadas de diciembre. Frío y algo de incertidumbre... pero la semilla fue creciendo.
Y no voy a hablar de la primavera más que lo justo, que fue muy intensa y bonita. Ni de el verano eterno de sol, conciertos y pulseras... Porque el año casi ha pasado. Y ahora, sentado delante de este ordenador siento que la semilla sigue creciendo. Que le queda mucho camino por recorrer.

Por eso hace quince días, en el último fin de semana del verano, recogí en Francia una bellota que cayó a mis pies. Y tras dar gracias a que no me diera en la cabeza, seguí el consejo del padre de un amigo: "Guárdala cuidadosamente en el bolsillo pequeño de tu pantalón. De vez en cuando tócala y comprueba que se va secando lentamente. Y cuando se agriete y al moverla oigas la semilla, entonces plántala y cuidala. Verás como te da suerte."

Y aquí estoy. Plantando de nuevo. Un año después, una nueva semilla. En tierra firme. Durante estos quince días ha sido mi fiel compañera en el pantalón y ahora tiene un lugar nuevo en una maceta. Y pienso verla crecer. Esperando que me de suerte. Mucha suerte...

martes, septiembre 20, 2011

Gris

A veces me siento como en un círculo sin fin. Un círculo mágico como ese del que hablaba Ana en 'Los Amantes del Círculo Polar', una de mis películas fundamentales... Y en septiembre ese redondo toma un color. El gris. Porque me gusta mirar la belleza de lo gris. Del silencio gris. Ese color que entristece a muchos.
El gris es un color de septiembre. De cambio de estación. De chaqueta y silencio. De paseos de domingo pisando hojas. De ojos que miran pidiendo paz y descanso tras un ajetreado verano de luz y color. Ese maravilloso verano que ya pasó.
Porque este gris es necesario y vital. Aunque uno lo quiera aceptar. Te ayuda a creer en ti. A recuperarte. A situarte en un nuevo lugar que nada tiene que ver con el que dejaste con los primeros calores. Gris de otoño. Bonito gris que cada día te da más sabiduría.
Este fin de semana estuve en Francia. En Las Landas. Un lugar precioso cerca de la frontera con España. "Un lugar lleno de pinos y ¡más de 60 kilómetros de playa!", así se lo explico a todo el mundo y sonríe asombrado imaginando lo solitario y majestuoso que puede ser ese sitio. Allí descansaron mis ojos en un lago precioso. Otoñal. Silencioso.
Sus aguas están tranquilas. Ha llovido mucho y ahora solo huele a humedad y atardecer. Los patos nadan relajados y apenas un par de pájaros silban sus canciones que suenan a despedida. Y yo estaba allí. En el embarcadero más triste y bello que he visto en mi vida. Maderas gastadas pero firmes ofreciendo un horizonte de agua e incertidumbre. Dan ganas de correr y saltar.... o quizás quedarse en sus maderas. Viendo pasar el tiempo, recordando el verano feliz. Sonriendo interiormente. Como lo hacía Ana en 'Los amantes del Círculo Polar' viendo el atardecer eterno... Deseando que empiece a oler a leña, a castañas, a ropa húmeda... Que el gris venga completamente...Que venga otra estación en definitiva. Otoño.

martes, julio 05, 2011

Ya falta menos


Quedan unos días, unas horas... Pero queda. Siempre queda. Esa sensación no pasa nunca. Siempre pensando en el "ya falta menos" con eterna ilusión. San Fermín.

No se puede decir más. Pero este año viene con más ganas, quizá por que son más días los que voy a disfrutar del rojo y blanco, quizá porque esté más tranquilo... quizá porque después de años disfruto de los días previos de nervios y promesas. De quedadas, de planes, de playa sin quemarse mucho para poder ir tranquilo el día 6... Vuelvo a lo que desde hace seis años no podía hacer. Quizá esa es la nueva ilusión que me llena cada día.

Pues eso, que quedan horas para San Fermín. Ya está la ropa blanca preparada encima de la cama con la faja planchadita y el pañuelo de seda doblado y mimado. Todo el que me conoce siempre me dijo que la cara me cambia cuando pronuncio la palabra "San Fermín", que se me iluminan los ojos y pierdo la noción de lugar en el que estoy. Puede ser cierto. Pero es que San Fermín es algo más importante que una fiesta en blanco y rojo. San Fermín es una risa en unas dianas interminables; unos churros en la Mañueta tras una jornada de borrachera; unos amigos venidos de Asturias que bajan a la Plaza de Toros con chucherías y saltan de alegría; unos fuegos artificiales con abrazos cómplices; un encierro que nunca debió de correrse (Dani, no te olvidaremos jamás....); el sabor de un frito de roquefort y un zurito el 7 de julio; colocar la faja y el pañuelo a un niño de un año que se mira sorprendido y grita ¡Via Saermí!; fotos repentinas en la Calle Mayor con amigos y sobrinos; una jota que corta el aliento y te hace volar al infinito; unos gigantes que te miran y te desean suerte; amigos que recuperas por unos días; unas velas compradas a toda prisa el 14 de julio y sobre todo, un pañuelo atado por mi madre un 7 de julio con una lágrima contenida prometiendo que volvería a Pamplona. Tarde o temprano.
Pues bien. Aquí estoy. Emocionado y nervioso. Un año más. Ya grito en todas partes... "Ya falta menos"

martes, junio 14, 2011

Postales

Aquí al lado, mirando hacia abajo, dos amigos me han escrito unas letras en una preciosa tarjeta de cartón dibujada. Y digo que hay que mirar hacia abajo porque hay que atravesar la tierra, llegar al núcleo, volver a subir y emerger en Australia para ver el origen de la postal: Las antípodas.

Pequeños cangrejos... ¡Gracias por la postal! Fue una alegría tremenda abrir el buzón de la casa que os aguarda en Logroño y ver que esta vez no había una carta para vosotros sino para mí. Esta vez sí. Es para mí

Y como siempre, llegásteis en un día que necesitaba algo de sol. No tan fuerte como otras veces. Eso quedó atrás... Pero ese día me venía bien sonreír y sentirme querido. Lejos, cerca... qué más da.

Las postales son uno de los mejores inventos del mundo. Se compran con ilusión. Se escriben despacio pensando bien lo que se dice. Se garabatean todos los espacios reducidos. Se firman y se olvida que miles de ojos indiscretos puedan leer aquello que hemos contado... Y viajan. En sacas, por avión, tren, barco, bicicleta... Viajan. Que es lo mejor que puede hacer una persona. Viajar. Ver sitios, fotografíarlos, soñarlos, recordarlos y contarlos a los que nos quedamos aquí esperando el regreso, y formar así, aunque sea, parte de esos lugares con vuestras palabras.

Cangrejillos... Querría deciros muchas cosas. Que me acuerdo de vosotros todos los días. Que os trato de cuidar esto lo mejor que puedo como me cuidáis a mi con esta postal. Que ya estoy como loco pensando en San Fermín.... Y que 'A.' especialmente a ti, quiero decirte que aquel fin de semana en Gijón fue tan bonito que todavía me acuerdo y guardo como uno de los momentos por los que vale la pena seguir confiando en eso que llaman amigos. Gracias... una vez más.

miércoles, mayo 18, 2011

Buenas cosas mal dispuestas






Me senté en su sillón de la casa de la Vuelta del Castillo una tarde de febrero. Estaba algo cansado después de subir la interminable cuesta de la Universidad. Así que me relajé un momento mientras "A." iba a coger un par de cosas para ir al centro donde habíamos quedado con los demás.Ella le dio al play del Compact Disc para que mi espera fuera más 'amena'. Y empezó a sonar: Dos acordes. Silencio. Varios notas. Silencio. Leve batería. Silencio... Y ya está. Ahí cambió mi vida. Los había conocido y ya nunca más se separarían de mí. Nunca. Pasara lo que pasara. Nunca.

Luego vino la letra, "Lo malo de la vida suele ser lo mejor, pues te hace sentir como un patán. Lo bueno de la risa suele ser que al final nadie quiere reír, solo pueden llorar". Y ahí ya no lo pude evitar y me derrumbé en el sillón para reconstruirme en su mundo musical.En sus 15 trabajos que durante estos más de diez años han formado parte de mi historia. Uno tras otro. Banda sonora de mis momentos alegres y tristes. Aquella canción era la primera del disco Soidermersol. Se titulaba 'Buenas cosas mal dipuestas'. Y era La Buena Vida. Siempre La Buena Vida.

Hace un par de semanas moría en accidente de tráfico Pedro, bajista del grupo, ese chico tímido y cortante a veces que entrevisté en Gijón un par de veces, nervioso como un fan. La Buena Vida ya no es lo que era... Desde que hace unos años que Irantzu dejó el grupo su sonido se había apagado un poco. No terminaban de sacar nuevo disco, se les notaba dispersos, desmotivados... Los vi por última vez el verano pasado en Alburqueque en un concierto desconcertado que fue su última actuación hasta la fecha. Y aunque han venido sonidos nuevos y frescos a ocupar espacios en mi vida, siempre tenía un hueco para ellos. Siempre eran mi referente. Yo soy un fan de La Buena Vida.

Y estos días, en los que uno está triste por la muerte de Pedro, he vuelto a recuperar los viejos CD usados en miles de viajes a Bilbao, Madrid, Gijón, Pamplona... Y pasan por mi memoria miles de recuerdos y sensaciones. Me acuerdo de mi emoción incontenida con el tema 'Desde hoy en adelante' y sus violines infinitos... Añoro cuando gritaba en mi interior "Porque te llevo tan dentro, que hasta me olvido yo mismo de mí" y me repetía que era una de las mejores canciones que había escuchado nunca. Revivo lo que me producía la mítica 'Qué nos va a pasar' cuando la cantaba a media voz en un parque de Pamplona en más de una despedida ("Y ahora que te vas... pediré perdón y dirás que no... y estará muy bien... ya sabes por qué...") O recupero las risas veraniegas de Irantzu al escuchar mil veces que cantaran en su concierto la sencilla canción 'En Bicicleta'. Luego me entristezco al recordar la emocionante canción 'No te he visto nunca' del último disco en la que consiguieron que hasta el Orfeón Donostiarra trabajara con ellos; y paso velozmente a añorar la alegría que me producía decirle a "A." en Gijón aquello de "¡Qué guapa estás con tu vestido de hilo!" del 'Actor Mexicano'...

Y también me acuerdo de mis peleas dialécticas sobre si la voz de Irantzu era demasiado desafiante, si desafinaba, si no importaba eso o que el grupo sin Mikel y su tono grave no sería lo mismo... De las odiosas comparaciones con La Oreja de Vang Gogh y las merecidas con Belle and Sebastian... De aquel concierto en el Kursaal de San Sebastián donde conseguí una entrada cinco minutos antes de empezar en segunda fila y fui tan feliz.... Y de cómo los conocí... En aquel sillón de la Vuelta del Castillo.

Y ahora... firmemente... Suena en mi cabeza una y otra vez la estrofa más perfecta que he escuchado y que siempre me ha acompañado en todas mis decisiones.

"Con el lento paso del tiempo, todo encaja y se comprende.... y uno aprende"...
(Ventura. del disco 'Hallelujah!')


(Qué nos va a pasar, del disco 'Halellujah!')

sábado, mayo 07, 2011

Árboles


Todos los días lo miro por el balcón. Y crece. En invierno está desnudo y dormido. Pero crece. En la primavera, como ahora, luce alguna flor amarilla y unas ramas llenas de hojas efímeras. Y crece. Yo tengo suerte: Tengo clara una cosa y encima la tengo cerca. Conozco a mi árbol favorito y me acompaña cada día.
Ya puede haber preciosos ejemplares como la Sófora Japónica del Vienés en la Taconera, la Secuoya del Paseo Sarasate, el tronco viejo y desgastado del parque de San Francisco de Oviedo.... que para mí este árbol tan normal es mi favorito. Quizá sea por eso. Porque es normal. Porque cada mañana cuando era pequeño y me asomaba al balcón para ver qué tiempo hacia lo veía mirarme desde abajo y darme el parte meteorológico con su movimiento de ramas o su quietud.
También lo quiero porque es sencillo. Es un ejemplar de ramas tranquilas, geométricas y puedo tocarlo. Puedo abrazarlo. Y alguna vez lo he hecho de noche, cuando llegaba a altas horas después de una juerga y me acercaba ya a la puerta de casa. Lo abrazaba y le decía: "Tú siempre aquí, pase lo que pase".
Que es importante tener siempre algo ahí... pase lo que pase. Ya sea un árbol, una roca, una playa, un paisaje, un olor, un sabor.... Algo cotidiano que sepas que no te va a abandonar tan fácilmente. Porque está amarrado al suelo o quizá a ti. A tu interior. Sin que tú lo sepas. Siempre a tu lado. Acompañandote y empujándote día a día.

sábado, abril 23, 2011

Casas de barro.


En el pueblo donde nació mi padre hay casas de barro y paja. Paredes de maderas cruzadas, algo de arena desgastada que cuando las tocas se deshacen en tus dedos. Por eso son paredes gruesas y toscas, algunas encaladas, otras mostrando su vejez... En el pueblo de mi padre las casas son de adobe. Casas de barro, las llamo yo.

Y esas paredes gruesas esconden vidas. Vidas silenciosas que apenas salen a la calle. Que miran por los visillos discretamente cuando ven pasar a un 'forastero' con su sobrino montado en la bici pegando gritos de alegría. ¡Es primavera y hay que estrenar la temporada de bicicleta!

Esas paredes me han acompañado siempre en mis veranos calurosos en la 'Tierra de Campos'. Me daban sensación de fresquito. Me protegían del sol en agosto y me resguardaban en las gélidas navidades. Y he aprendido a amarlas y valorarlas. A tocarlas con mimo y desear que con el paso del tiempo no se desgasten demasiado como placas viejas de tiempos pasados. Son parte de mi paisaje de descanso. Del lugar donde vengo a silenciar el tiempo, a recargar pilas gastadas y volver a empezar... Tiempo de regresar, tiempo de reiniciar.

domingo, abril 17, 2011

Ukelele


Hubo un tiempo en el que los imprevistos eran puertas cerradas. Con aldabones bellos muchas veces. Pero puertas cerradas. Si las cosas no salían como uno quería se enfadaba. Y perdía el tiempo. Las oportunidades. Hubo un tiempo en el que buscaba "lugares perfectos en sitios perfectos"... Con sonido de ukelele y canción de Manel a ser posible.
Pero eso 'quedó' atrás (en pasado perfecto asturiano, que suena mejor que el largo pasado imperfecto que tanto vuelvo a usar). Eso quedó, pues, atrás. Bordeo las puertas cerradas. Sigo escuchando el ukelele de Manel cada vez que puedo pero las cosas van a su ritmo. Que te propones una cosa y no sale... pues nada... sonrisa, un par de segundos y a seguir buscando y caminando. Que he perdido mucho tiempo lamentándome por lo que no salía. Va siendo hora de disfrutar lo que viene como viene. Ponerme las camisetas nuevas o viejas, con arrugas o sin ellas y salir a la calle para tomar un par de zuritos (cortos para los no vasco-navarros...), comprarme un libro si tengo algo suelto en mi librería favorita y sentarme en una terracita a tomar el sol. Y escribir algo. Aunque sean chorradas en un cuaderno desgastado de Claire-Fontaine. Llamar por teléfono cuando la tarifa es baja y hacer fotos a todo lo que me sorprende. Recuperar las viejas costumbres, si se puede, que ya hemos dicho que nada de buscar perfecciones... y sobre todo seguir escuchando el ukelele de Manel en mi cabecita. Eso... que nunca deje de sonar.

El sol quema en la calle. Hace semanas que ha llegado la primavera. Y estos días, para mí... se está haciendo presente como no lo hacía en años.

martes, abril 12, 2011

Cena


Sentirse pequeñito. Pequeñito y tranquilo. En un gran mar de historias que se entrecruzan en una cena. A. mira de reojo a S. porque hace un mes que apenas ni se llaman por teléfono. J. habla obstinadamente con R. de lo que le ha ocurrido esta semana por enésima vez. Alguien levanta la copa... bueno el vaso, que para eso estamos en un bar normalito, y trata de brindar porque un año más nos juntemos todos... Todos callan y sonríen. Un par de segundos de pensamientos por cada comensal... y a seguir. A seguir sintiéndose pequeñito en un mar de historias. En unas encajas, en otras ni si quiera te han invitado. Pero tú estás ahí. Y sonríes. O tratas de fingir esa sonrisa mientras tu cabeza busca un lugar de escape. Tranquilo. Lejos. Y de pronto te acuerdas de aquel silencio veneciano. Aquella foto con tu cámara malísima (regalo sencillo de tus padres) en la que se veía un viejo dique de 'la Serenissima' en mitad de la laguna... Y vuelas ahí. Recuperas los sonidos, el olor a sal y humedad. Tú con tu bufanda y tus legañas. Con los pies fríos frente a un día nublado empapándote más de belleza y tranquilidad...

Y de pronto alguien te toca el brazo..."¿no brindas?"... A. te mira sorprendida y tú para no ser menos despiertas de tu viaje. La foto se esfuma pero la sensación de tranquilidad no. "Claro... brindo... ¡Cómo no!"... brindo por todo, por lo bueno, por los recuerdos, por sentirse como en casa después de años de ausencias, porque sigo siendo yo, por las promesas cumplidas, por las que se van a cumplir. Por mí. Por ti... Por mi foto.

martes, marzo 22, 2011

Juntos


El lunes el primer sol primaveral salió de paseo por Pamplona y yo decidí ir a saludarlo. Con algo de frío, eso sí. Pero me puse unas Converse nuevecitas y despacito, me encaminé por el Parque del Arga hacia el centro la ciudad. Todavía no había árboles con brotes verdes, ni se oían los pájaros. ¡La primavera tiene sólo un día por Dios! Es demasiado pronto. Además estoy convencido de que todavía tiene que nevar. Una vez más. Antes de que el sol sea definitivo.

Y en el paseo, un par de manos agarradas se cruzaron en mi camino. Estaban arrugadas. La de ella más que la de él. Estaban muy apretadas. Y juntas daban impulso al resto de los dos cuerpos que se movían en perfecto equilibro. Él vestido de gris, ella de verde. Dos ancianos que junto a una fárola de la Plaza del Castillo me hicieron detenerme. Porque ella de pronto se paró en seco. Parecía cansada y aturdida. Pararon un momento. Él la agarró más fuerte y para animarla le dió un beso en la mejilla. Ella sonrió y le respondió con el mismo gesto. Y sonrieron. No sé qué se dijeron después, pero siguieron caminando igual de juntos y agarrados.

Entonces fui yo el que se paró. Aturdido y algo cansado. Y por qué no decirlo, emocionado y reconciliado con el mundo. Creyendo que hay cosas que pueden funcionar, que la gente puede conseguirlo. Con tenacidad, con paciencia... Quererse, detenerse, ayudarse y continuar. Siempre continuar.

Y como remate final, mi cabeza recuperó, como no, a los grandes 'Manel' con esta canción. 'Corrandes de parella estable", la manera más bonita de contar una historia para toda la vida. Y sé que estén donde estén, esos dos ancianos se la merecen. Seguro.



lunes, marzo 07, 2011

Caminos

Dar pasos. Prometer. Dos pasos más. Cumplir. Tres kilómetros en una hora. Sonreír. Subir una cuesta. Sueños cumplidos. Agotamiento. Venga... dos zancadas más... Llegar. Sólo pensar en llegar. Hasta Javier. Hasta el Castillo. Respirar. Respirar... y si es necesario... llorar.
He dicho muchas veces que soy navarro. Quizá demasiadas. A veces me doy cuenta yo mismo que lo que yo tengo dentro es muy pesado. Que es algo que me ha cerrado muchas puertas, pero también me ha mantenido firme otras veces en un mar de dudas y negatividades. Como todo en la vida, los convencimientos son anclas y puntos de referencia a la vez. Y mi "navarridad" es un defecto-virtud con el que aprendo a vivir cada día.
Y luego está Javier. Ese castillo que cada año visito cuando se acerca la primavera como un niño con zapatos viejos (bien usados para que los pies no se casen). Unas veces se va mejor preparado, otras con las fuerzas justas... pero lo importante es una sola cosa: Hay que llegar a Javier. Y ver al santo, a mi patrón. Reír con la gente que camina a tu lado. Con los estudiantes en chándal rojo que empiezan a fumar o van serios y callados. Con los ciclistas que animan mientras nos dejan atrás. La música de algún grupo de scouth... Y sobre todo ver que eres capaz de hacer más de 40 kilómetros por algo. Tanto si crees como si no. La fe es de cada uno. Aquí no se cuestiona.
Este sábado repetí la hazaña. Y he sufrido más que otras veces. Nunca había sentido tanto dolor como este año. Mis piernas en los últimos kilómetros se movían como dos palos que malamente respondían. Sentía dolor, pero seguridad a la vez. Miraba al horizonte y me agarraba a la confianza de que podía con esto, como he podido con otras cosas. Que caminar era importante. Llegar era importante para mí, para los que me rodeaban, pero sobre todo para mí. Llegar y cumplir promesas, sueños, tradiciones. Creer al fin y al cabo. Vivir al fin y al cabo.

sábado, enero 29, 2011

Cosas importantes

Soy una persona que busca canciones. Es una de mis manías. Letras y sonidos para todo lo que me pasa. Para cada momento. Que me acompañen y refuercen lo que pienso, lo que siento.
El otro día estaba tomando un café solitario en una céntrica cafetería de Logroño y a mi lado dos personas hablaban tristemente de sus pesares. Pese a intentar leer el periódico no pude dejar de escucharles. "Tristezas, cosas pasadas... no vale la pena vivir..."... eran palabras que soltaban a la ligera entre sorbo y sorbo. Al rato me refugie en la lectura de nuevo. Y conseguí distraerme de la conversación antes de sentirme culpable por escuchar palabras ajenas.

Pero cuando salí de la cafetería estuve a punto de sacar el Ipod ponerles esta canción. Sólo esta maravillosa canción. Para callarles, para darles la mano. La canción más perfecta que conozco para demostrarle a alguien por qué es importante vivir y disfrutar de la vida.


viernes, enero 07, 2011

Musica y Venecia


En la vida de todo ser humano hay dos cosas que deberían ser de obligado cumplimiento. Visitar Venecia y escuchar esta canción. Porque ambas cosas son tan necesarias como el respirar. La una para sentir cómo lo bello puede ser decadente, perfecto, armonioso y con agua. La otra porque es una obra perfecta, sonriente, alegre, que da paz y que está dedicada a la ciudad más bella del mundo que por supuesto hemos visitado o lo vamos a hacer: Venecia (porque para eso es de obligado cumplimiento).

Ando estos días algo distraído. Se me pasan las horas entre trabajo, carreteras, fríos y cartas. Y la música me acompaña. Como siempre. Y ayer 6 de enero, día de Reyes cumplí una de las tradiciones que más gustan: 20:00 horas. Palacio de Congresos de Baluarte. Concierto de Año Nuevo. Y esta pieza, que el año pasado me enamoró ha vuelto a sonar. Mágicamente los músicos interpretaban los acordes de un vals infinito en el que cada instrumento tiene su hueco, su importancia. Nada está a la ligera. Todos participan construyendo belleza. Con humor, con ganas de vivir. Todos importantes. Una clase de música para utilizar en la vida cotidiana.

Y parecen notas sacadas de los canales de la ciudad que no se hunde, sólo juguetea con el agua. Un lugar que recordaba en esos siete minutos de paz interior. Una Venecia en la que cada rincón tiene su sitio, su significado.

No creo que haya pieza que represente mejor a Venecia. Por eso mientras escuchaba las notas en mi butaca me propuse volver pronto. Y también tratar de que todo a mi alrededor suene igual de bien. Todo acompasado, tranquilo, feliz y bello.