martes, marzo 22, 2011

Juntos


El lunes el primer sol primaveral salió de paseo por Pamplona y yo decidí ir a saludarlo. Con algo de frío, eso sí. Pero me puse unas Converse nuevecitas y despacito, me encaminé por el Parque del Arga hacia el centro la ciudad. Todavía no había árboles con brotes verdes, ni se oían los pájaros. ¡La primavera tiene sólo un día por Dios! Es demasiado pronto. Además estoy convencido de que todavía tiene que nevar. Una vez más. Antes de que el sol sea definitivo.

Y en el paseo, un par de manos agarradas se cruzaron en mi camino. Estaban arrugadas. La de ella más que la de él. Estaban muy apretadas. Y juntas daban impulso al resto de los dos cuerpos que se movían en perfecto equilibro. Él vestido de gris, ella de verde. Dos ancianos que junto a una fárola de la Plaza del Castillo me hicieron detenerme. Porque ella de pronto se paró en seco. Parecía cansada y aturdida. Pararon un momento. Él la agarró más fuerte y para animarla le dió un beso en la mejilla. Ella sonrió y le respondió con el mismo gesto. Y sonrieron. No sé qué se dijeron después, pero siguieron caminando igual de juntos y agarrados.

Entonces fui yo el que se paró. Aturdido y algo cansado. Y por qué no decirlo, emocionado y reconciliado con el mundo. Creyendo que hay cosas que pueden funcionar, que la gente puede conseguirlo. Con tenacidad, con paciencia... Quererse, detenerse, ayudarse y continuar. Siempre continuar.

Y como remate final, mi cabeza recuperó, como no, a los grandes 'Manel' con esta canción. 'Corrandes de parella estable", la manera más bonita de contar una historia para toda la vida. Y sé que estén donde estén, esos dos ancianos se la merecen. Seguro.



lunes, marzo 07, 2011

Caminos

Dar pasos. Prometer. Dos pasos más. Cumplir. Tres kilómetros en una hora. Sonreír. Subir una cuesta. Sueños cumplidos. Agotamiento. Venga... dos zancadas más... Llegar. Sólo pensar en llegar. Hasta Javier. Hasta el Castillo. Respirar. Respirar... y si es necesario... llorar.
He dicho muchas veces que soy navarro. Quizá demasiadas. A veces me doy cuenta yo mismo que lo que yo tengo dentro es muy pesado. Que es algo que me ha cerrado muchas puertas, pero también me ha mantenido firme otras veces en un mar de dudas y negatividades. Como todo en la vida, los convencimientos son anclas y puntos de referencia a la vez. Y mi "navarridad" es un defecto-virtud con el que aprendo a vivir cada día.
Y luego está Javier. Ese castillo que cada año visito cuando se acerca la primavera como un niño con zapatos viejos (bien usados para que los pies no se casen). Unas veces se va mejor preparado, otras con las fuerzas justas... pero lo importante es una sola cosa: Hay que llegar a Javier. Y ver al santo, a mi patrón. Reír con la gente que camina a tu lado. Con los estudiantes en chándal rojo que empiezan a fumar o van serios y callados. Con los ciclistas que animan mientras nos dejan atrás. La música de algún grupo de scouth... Y sobre todo ver que eres capaz de hacer más de 40 kilómetros por algo. Tanto si crees como si no. La fe es de cada uno. Aquí no se cuestiona.
Este sábado repetí la hazaña. Y he sufrido más que otras veces. Nunca había sentido tanto dolor como este año. Mis piernas en los últimos kilómetros se movían como dos palos que malamente respondían. Sentía dolor, pero seguridad a la vez. Miraba al horizonte y me agarraba a la confianza de que podía con esto, como he podido con otras cosas. Que caminar era importante. Llegar era importante para mí, para los que me rodeaban, pero sobre todo para mí. Llegar y cumplir promesas, sueños, tradiciones. Creer al fin y al cabo. Vivir al fin y al cabo.