miércoles, mayo 18, 2011

Buenas cosas mal dispuestas






Me senté en su sillón de la casa de la Vuelta del Castillo una tarde de febrero. Estaba algo cansado después de subir la interminable cuesta de la Universidad. Así que me relajé un momento mientras "A." iba a coger un par de cosas para ir al centro donde habíamos quedado con los demás.Ella le dio al play del Compact Disc para que mi espera fuera más 'amena'. Y empezó a sonar: Dos acordes. Silencio. Varios notas. Silencio. Leve batería. Silencio... Y ya está. Ahí cambió mi vida. Los había conocido y ya nunca más se separarían de mí. Nunca. Pasara lo que pasara. Nunca.

Luego vino la letra, "Lo malo de la vida suele ser lo mejor, pues te hace sentir como un patán. Lo bueno de la risa suele ser que al final nadie quiere reír, solo pueden llorar". Y ahí ya no lo pude evitar y me derrumbé en el sillón para reconstruirme en su mundo musical.En sus 15 trabajos que durante estos más de diez años han formado parte de mi historia. Uno tras otro. Banda sonora de mis momentos alegres y tristes. Aquella canción era la primera del disco Soidermersol. Se titulaba 'Buenas cosas mal dipuestas'. Y era La Buena Vida. Siempre La Buena Vida.

Hace un par de semanas moría en accidente de tráfico Pedro, bajista del grupo, ese chico tímido y cortante a veces que entrevisté en Gijón un par de veces, nervioso como un fan. La Buena Vida ya no es lo que era... Desde que hace unos años que Irantzu dejó el grupo su sonido se había apagado un poco. No terminaban de sacar nuevo disco, se les notaba dispersos, desmotivados... Los vi por última vez el verano pasado en Alburqueque en un concierto desconcertado que fue su última actuación hasta la fecha. Y aunque han venido sonidos nuevos y frescos a ocupar espacios en mi vida, siempre tenía un hueco para ellos. Siempre eran mi referente. Yo soy un fan de La Buena Vida.

Y estos días, en los que uno está triste por la muerte de Pedro, he vuelto a recuperar los viejos CD usados en miles de viajes a Bilbao, Madrid, Gijón, Pamplona... Y pasan por mi memoria miles de recuerdos y sensaciones. Me acuerdo de mi emoción incontenida con el tema 'Desde hoy en adelante' y sus violines infinitos... Añoro cuando gritaba en mi interior "Porque te llevo tan dentro, que hasta me olvido yo mismo de mí" y me repetía que era una de las mejores canciones que había escuchado nunca. Revivo lo que me producía la mítica 'Qué nos va a pasar' cuando la cantaba a media voz en un parque de Pamplona en más de una despedida ("Y ahora que te vas... pediré perdón y dirás que no... y estará muy bien... ya sabes por qué...") O recupero las risas veraniegas de Irantzu al escuchar mil veces que cantaran en su concierto la sencilla canción 'En Bicicleta'. Luego me entristezco al recordar la emocionante canción 'No te he visto nunca' del último disco en la que consiguieron que hasta el Orfeón Donostiarra trabajara con ellos; y paso velozmente a añorar la alegría que me producía decirle a "A." en Gijón aquello de "¡Qué guapa estás con tu vestido de hilo!" del 'Actor Mexicano'...

Y también me acuerdo de mis peleas dialécticas sobre si la voz de Irantzu era demasiado desafiante, si desafinaba, si no importaba eso o que el grupo sin Mikel y su tono grave no sería lo mismo... De las odiosas comparaciones con La Oreja de Vang Gogh y las merecidas con Belle and Sebastian... De aquel concierto en el Kursaal de San Sebastián donde conseguí una entrada cinco minutos antes de empezar en segunda fila y fui tan feliz.... Y de cómo los conocí... En aquel sillón de la Vuelta del Castillo.

Y ahora... firmemente... Suena en mi cabeza una y otra vez la estrofa más perfecta que he escuchado y que siempre me ha acompañado en todas mis decisiones.

"Con el lento paso del tiempo, todo encaja y se comprende.... y uno aprende"...
(Ventura. del disco 'Hallelujah!')


(Qué nos va a pasar, del disco 'Halellujah!')

sábado, mayo 07, 2011

Árboles


Todos los días lo miro por el balcón. Y crece. En invierno está desnudo y dormido. Pero crece. En la primavera, como ahora, luce alguna flor amarilla y unas ramas llenas de hojas efímeras. Y crece. Yo tengo suerte: Tengo clara una cosa y encima la tengo cerca. Conozco a mi árbol favorito y me acompaña cada día.
Ya puede haber preciosos ejemplares como la Sófora Japónica del Vienés en la Taconera, la Secuoya del Paseo Sarasate, el tronco viejo y desgastado del parque de San Francisco de Oviedo.... que para mí este árbol tan normal es mi favorito. Quizá sea por eso. Porque es normal. Porque cada mañana cuando era pequeño y me asomaba al balcón para ver qué tiempo hacia lo veía mirarme desde abajo y darme el parte meteorológico con su movimiento de ramas o su quietud.
También lo quiero porque es sencillo. Es un ejemplar de ramas tranquilas, geométricas y puedo tocarlo. Puedo abrazarlo. Y alguna vez lo he hecho de noche, cuando llegaba a altas horas después de una juerga y me acercaba ya a la puerta de casa. Lo abrazaba y le decía: "Tú siempre aquí, pase lo que pase".
Que es importante tener siempre algo ahí... pase lo que pase. Ya sea un árbol, una roca, una playa, un paisaje, un olor, un sabor.... Algo cotidiano que sepas que no te va a abandonar tan fácilmente. Porque está amarrado al suelo o quizá a ti. A tu interior. Sin que tú lo sepas. Siempre a tu lado. Acompañandote y empujándote día a día.