sábado, abril 23, 2011

Casas de barro.


En el pueblo donde nació mi padre hay casas de barro y paja. Paredes de maderas cruzadas, algo de arena desgastada que cuando las tocas se deshacen en tus dedos. Por eso son paredes gruesas y toscas, algunas encaladas, otras mostrando su vejez... En el pueblo de mi padre las casas son de adobe. Casas de barro, las llamo yo.

Y esas paredes gruesas esconden vidas. Vidas silenciosas que apenas salen a la calle. Que miran por los visillos discretamente cuando ven pasar a un 'forastero' con su sobrino montado en la bici pegando gritos de alegría. ¡Es primavera y hay que estrenar la temporada de bicicleta!

Esas paredes me han acompañado siempre en mis veranos calurosos en la 'Tierra de Campos'. Me daban sensación de fresquito. Me protegían del sol en agosto y me resguardaban en las gélidas navidades. Y he aprendido a amarlas y valorarlas. A tocarlas con mimo y desear que con el paso del tiempo no se desgasten demasiado como placas viejas de tiempos pasados. Son parte de mi paisaje de descanso. Del lugar donde vengo a silenciar el tiempo, a recargar pilas gastadas y volver a empezar... Tiempo de regresar, tiempo de reiniciar.

domingo, abril 17, 2011

Ukelele


Hubo un tiempo en el que los imprevistos eran puertas cerradas. Con aldabones bellos muchas veces. Pero puertas cerradas. Si las cosas no salían como uno quería se enfadaba. Y perdía el tiempo. Las oportunidades. Hubo un tiempo en el que buscaba "lugares perfectos en sitios perfectos"... Con sonido de ukelele y canción de Manel a ser posible.
Pero eso 'quedó' atrás (en pasado perfecto asturiano, que suena mejor que el largo pasado imperfecto que tanto vuelvo a usar). Eso quedó, pues, atrás. Bordeo las puertas cerradas. Sigo escuchando el ukelele de Manel cada vez que puedo pero las cosas van a su ritmo. Que te propones una cosa y no sale... pues nada... sonrisa, un par de segundos y a seguir buscando y caminando. Que he perdido mucho tiempo lamentándome por lo que no salía. Va siendo hora de disfrutar lo que viene como viene. Ponerme las camisetas nuevas o viejas, con arrugas o sin ellas y salir a la calle para tomar un par de zuritos (cortos para los no vasco-navarros...), comprarme un libro si tengo algo suelto en mi librería favorita y sentarme en una terracita a tomar el sol. Y escribir algo. Aunque sean chorradas en un cuaderno desgastado de Claire-Fontaine. Llamar por teléfono cuando la tarifa es baja y hacer fotos a todo lo que me sorprende. Recuperar las viejas costumbres, si se puede, que ya hemos dicho que nada de buscar perfecciones... y sobre todo seguir escuchando el ukelele de Manel en mi cabecita. Eso... que nunca deje de sonar.

El sol quema en la calle. Hace semanas que ha llegado la primavera. Y estos días, para mí... se está haciendo presente como no lo hacía en años.

martes, abril 12, 2011

Cena


Sentirse pequeñito. Pequeñito y tranquilo. En un gran mar de historias que se entrecruzan en una cena. A. mira de reojo a S. porque hace un mes que apenas ni se llaman por teléfono. J. habla obstinadamente con R. de lo que le ha ocurrido esta semana por enésima vez. Alguien levanta la copa... bueno el vaso, que para eso estamos en un bar normalito, y trata de brindar porque un año más nos juntemos todos... Todos callan y sonríen. Un par de segundos de pensamientos por cada comensal... y a seguir. A seguir sintiéndose pequeñito en un mar de historias. En unas encajas, en otras ni si quiera te han invitado. Pero tú estás ahí. Y sonríes. O tratas de fingir esa sonrisa mientras tu cabeza busca un lugar de escape. Tranquilo. Lejos. Y de pronto te acuerdas de aquel silencio veneciano. Aquella foto con tu cámara malísima (regalo sencillo de tus padres) en la que se veía un viejo dique de 'la Serenissima' en mitad de la laguna... Y vuelas ahí. Recuperas los sonidos, el olor a sal y humedad. Tú con tu bufanda y tus legañas. Con los pies fríos frente a un día nublado empapándote más de belleza y tranquilidad...

Y de pronto alguien te toca el brazo..."¿no brindas?"... A. te mira sorprendida y tú para no ser menos despiertas de tu viaje. La foto se esfuma pero la sensación de tranquilidad no. "Claro... brindo... ¡Cómo no!"... brindo por todo, por lo bueno, por los recuerdos, por sentirse como en casa después de años de ausencias, porque sigo siendo yo, por las promesas cumplidas, por las que se van a cumplir. Por mí. Por ti... Por mi foto.