domingo, noviembre 06, 2011

Via Chicago...



Se me ha metido una canción en las entrañas. Si. En las entrañas. Y no sale. No se despega. Ejerce sobre mi el placer de un bálsamo intimista; y el dolor de la cruda realidad. Se mezcla todo. Ganas de llorar, ganas de reír, de gritar.... Estoy angustiado. Angustiado de belleza y dolor.

Llego a mí el jueves pasado en una de las ciudades que más adoro: San Sebastián. En uno de los más bellos auditorios que conozco: El Kursaal; y con unos amigos que son algo más que amigos, Dados.... Sentadito en mi butaca, unas leves notas entraron para quedarse. Y una vez dentro, soltaron su poder destructor con un ruido ensordecedor que te aniquila y te deja a mereced de su melodía.

En ese concierto lloré, reí, aplaudí, me encogí y agrandé como una esponja. Me reencontré conmigo mismo. Con lo que soy y quiero ser. Con cada cosa importante de mi vida. Puede parecer cursi si digo que efectivamente como me habían predicho... "iba a ser uno de los conciertos de mi vida".

¿Puede la música hacerte sentir todo aquello que no puedes expresar?

Escucha desnudo de prejuicios esta canción. Cierra los ojos. Déjate llevar por la melodía y la voz del cantante de Wilco y luego habla. Con la mirada. Con las manos, con tu voz si es que te sale... y me lo cuentas.

Yo por suerte tengo esta canción en mis entrañas. Y me alegro de que no quiera salir. La quiero para mí. Para siempre. Para cuando alguien me haga daño o me haga feliz. Para saber cuál es el camino correcto. Para volver a casa. Para volver a ser yo... Via Chicago... Via Chicago...