domingo, marzo 11, 2012

Pessoa

Hay en Lisboa un lugar bonito y silencioso. No tiene vistas al barrio de Alfhama, ni sus suelos son preciosos adoquines de piedra. Tampoco se puede ver el tranquilo fin del río Tejo (El Tajo para los de este lado de la frontera) ni saludar a los turistas que sonríen con el traqueteo del tranvía...
Es un lugar donde se respira paz. Luz y paz. Está un poco escondido. Hay que saber buscarlo... El turista poco precavido puede que pase a su lado y no se dé cuenta de lo que tiene delante. Está en Belem. En el Claustro del Convento de los Jerónimos. En una de sus cuatro paredes. Escondido. Un monolito. La tumba de Pessoa.

¡Una tumba! Si... Una tumba. Un monolito a uno de los escritores más maravillosos que ha dado ese país que tenemos al lado y que tanto ignoramos. Quizá el mejor.

"Si después de yo morir quisieran escribir mi biografía
no hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas
la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra todos los días son míos."

Así se describe. Y así vivió. Siendo él suyo propio, suyo de sus cosas, de sus destinos, disfrutando humildemente de todo lo que tenía.

Ahora está enterrado allí. En ese espacio sencillo con una piedra central. Porque ese monolito tiene cuatro escritos que son cuatro verdades vitales. Y uno de ellos, firmado por uno de sus pseudónimos, me lleva acompañando años:

(Para ser grande, se entero. No borres ni exageres nada. Sé todo en cada cosa. Pon como mínimo cuanto eres en cada cosa que hagas. Así, en cada lago la luna brillará alto porque vive plena)


En mi último viaje a Portugal me "autoenvié" una postal con este poema. Le ha costado llegar... ¡Pensé que se había perdido y todo!... Pero la semana pasada mi buzón tenía reservada una sorpresa quizá para que ahora que se acerca la primavera y todos empezamos a despertar, recuerde firmemente las frases de Pessoa. Y así lo voy a hacer. Quiero ver la luna alta y feliz.