viernes, mayo 25, 2012

Paraíso Infernal



En la capital francesa hay una vía por la que pasean los seres humanos buscando la felicidad. Su origen, según la mitología griega, es infernal. Pero no importa. Según los griegos era un infierno delicioso en el que las notables almas paseaban por sus terrenos sin querer volver a la vida. Entreteniéndose en cada baldosa.
Y ahora, en París, seres humanos de toda clase pisan firme el suelo sin querer marcharse en un lugar que recupera ese nombre de origen griego. Buscando algo, buscando la felicidad. Sin desear abandonar 'Les Champs Elysées'.

Porque si hay una Avenida en París, es ésta. Nadie puede resistirse a su encanto. Amplias aceras llenas de tiendas y cafés abarrotados. Y como en un infierno terrenal, en sus dos orillas puedes encontrar lo mejor y lo peor del mundo. Una anciana que ayuda a un par de turistas a encontrar una amiga perdida; un par de parisinas que no paran de ridiculizar a todos los viandantes; turistas perdidos con los ojos asombrados... y ofertas para viajar en un Ferrari descapotable por las calles de París durante 20 minutos al 'módico' precio de 300 euros.
Los Campos Eliseos siempre me recordaban al inicio del verano. A una televisión grande y sin mando a distancia en la que veía a Indurain recorrerlos allá por Julio, cuando San Fermín era un recuerdo fresco. Esa amplia avenida que va desde la Plaza de la Concorde, donde mataron a María Antonieta, hasta el Arco del Triunfo está grabada en mi retina con orgullo patrio.
Luego llegaron canciones míticas dedicadas a este rincón francés que cantaba sin parar cuando bajaba al instituto en primavera y me imaginaba comiendo un helado y paseando como si fuera un parisino más.  Por eso, cuando pisé por primera vez Les Champs Elysées la nostalgia se apoderó de mí. Y quise recorrerla rápido hasta el Arco del Triunfo sin que la tristeza infernal me robara la belleza del lugar.  Pasé rápido por tiendas de coches que parecían boutiques, bristos impresionantes, las mejores tiendas franquiciadas de la historia (Zara incluído) y un sin fin de árboles en los que reguardarse a la sombra esperando que la fina lluvia que empezaba a caer no te calara tu feliz corazón.
Y cuando estaba alcanzando la meta, cuando el Arco del Triunfo tomaba sentido, un pequeño acordeón inició aquella canción que tanto canté.

"Aux Champs-élysées, aux Champs-élysées
Au soleil, sous la pluie, a midi ou a minuit,
Il y a tout ce que vous voulez aux Champs-élysées"
 
(En los Campos Eliseos, en los Campos Eliseos,
con sol, con lluvia
a mediodía o a medianoche
hay todo que usted desea en los Campos Eliseos) 
                    

Y de pronto todo volvió la nostalgia se esfumó. Volvía a disfrutar del paseo. Miré hacia la Plaza de la Concorde y un mundo amplio y magnifico se presentaba ante mí. Lleno de grandiosidad. Grandiosidad parisina. Magnificiencia francesa. Felicidad Infernal. Todo en un mismo lugar: Les Champs Elyseés.

martes, mayo 08, 2012

Un souvenir de París



Hay sitios que te convencen en cuanto pisas su primera baldosa. No hace falta más. Debe ser algo que te entra por los pulmones y va directo a tu cerebro. Se cuela en tu percepción de las cosas, y ya puedes estar cansado, tener un mal día, andar con frío, o lleno de prejuicios que todo se transforma como si una inmensa tormenta hubiera caído y barrido lo demás.

Por eso quizá cuando el 30 de abril puse mis pies en el tren que salía de Hendaia, empezó a llover como si no hubiera un mañana. Para que cuando llegara a mi destino deseado, si quedaba algo que no me iba a gustar corriese corriente abajo por ríos y manantiales. Rápido... sin descanso. Limpiando mi alma para recibir a la ciudad que más he nombrado en mis viajes imposibles... París.

Y de pronto dejó de llover. Bruscamente. Las nubes se relajaron...

Cuando llegué a Montparnasse, la ciudad de la luz me recibió con un sol primaveral de esos que te hacen sonreir. Miraba por la ventana sorprendido y feliz. Buscaba algún referente que me dijera que era real... Que estaba en París... Y allí estaba, antes de parar, el faro de la capital francesa, la Tour Eiffel. Se veía a lo lejos. Pequeñita y coqueta.... Luego cambiaría... claro...

Y fue pisar la primera baldosa de la estación y sentir que este lugar iba a cumplir con creces mis espectativas. Mis Converse azules gastadas se fijaban al suelo parisino como si no quisieran despegarse. Y yo pensé: "Tranquilas... váis a cansaros de andar por estas calles. Quizá os arrepintáis de esto que pedís ahora..."

Porque iba a deborar París. Iba a cumplir con una apretada agenda para tratar de no dejar sin ver un sólo rincón que mi pequeña imaginación había fantaseado. Estaba en París. La ciudad del viaje maldito. En primavera. Y había que disfrutar... Pues bien... que empiece el viaje...

lunes, mayo 07, 2012

Anclajes


Lo conozco desde hace unos años. La primera vez que lo vi no me hizo gracia, me pareció el típico engreído que todo el mundo admiraba. Cuánto me equivoqué... Nunca hay que fiarse de la primera impresión. Nunca. Siempre suele ser equivocada si vas con prejuicios por delante.

La segunda vez que lo vi, en un chigre a la salida del curro, pasé a admirarle y quererle como a un hermano.

Porque siempre ha estado ahí. Siempre con su sonrisa inmensa. Sus ganas de comerse el mundo y de vivir. Y aunque pasó baches, como todos en esta vida, su mirada vuelve a ser de las más brillantes que conozco.
Mi 'hermano maño' tiene como yo un blog. Pero el suyo es mejor. No cabe discusión alguna. Se llama 'Remartini'. Con él me he alimentado de su presencia en la distancia. Él vive cerca del mar y yo regresé a mi tierra. Por eso, para saber de él y de sus cosas, además de nuestras citas telefónicas, de fin de semana, y de algún que otro eterno festival de felicidad... acudo a su blog. Y leyendo sus líneas como, río, bailo y aprendo con él.

El otro día escribió esta perla. Esta valiosa perla dedicada a su sobrina y ahijada Daniela:

-Bueno, escucha, Daniela: empieza a buscarte ya evidencias de felicidad como éstas. Te lo digo porque te quiero y como padrino tuyo que soy. También te digo que si cortas una loncha de sobao de tres o cuatro centímetros de grosor, le pones encima otra de micuit, y salpicas un poco de sal Maldon y de confitura de naranja amarga, o de una salsa sabrosa que tengas por casa, te caes de espaldas, pedazo de tosta dulce y salada la que te zampas. Pero hasta que sepas prepararla, recuerda: en el futuro necesitarás anclajes, para superar los males y sobre todo para compartirlos con la gente a la que quieras. Un libro, un bar, una receta, una marca de magdalenas: lo que sea. Pero que sea tuyo y que siempre te puedas agarrar a su realidad

El mundo se paró. Y quise tenerle cerca para darle uno de esos abrazos que se merece la gente que dice algo importante, algo que te trastoca y te hace ser vulnerable. Y me sentí afortunado. Una de las personas más afortunadas de este mundo por concer gente así.

Y no me cuesta decirlo hoy, tras un viaje maravilloso a París, un nuevo proyecto personal, una primavera que le está costando llegar y unas ganas enormes de que llegue julio para volver a Alburquerque y su felicidad; que él es uno de mis "anclajes".

De mis sencillos y necesarios "anclajes"