martes, julio 24, 2012

Buen camino...


Siempre me ha gustado caminar. Y eso que mis pies son bastante sensibles. Mi amiga A. me llama "ampollitas"...jeje... Pero a mí eso me da igual. Se explotan o se descansa para que bajen y ya está. Luego a caminar, a seguir dándole a los pies. Porque cuando uno anda ve el mundo: Casas, baldosas, árboles, gentes, perros, cielos azules, nubes, ruidos, sueños... y se ve a uno mismo. Sobre todo eso. A uno mismo.
Por eso me voy a caminar un rato. Unos días. Caminar en soledad. De Roncesvalles a Estella. 4 días. Me voy a hacer un pedacito del Camino de Santiago.

Hace unos años, en una tarde de otoño, una maestra de las de siempre nos contó a los pequeños que ese día tenía que cuidar porque su profesora estaba enferma una historia para pasar la última hora de clase. Nos habló de un lugar lejano, a unos 700 kilómetros de Pamplona, la 'ciudad-mundo' que para nosotros, pequeñajos de 8 años era todo lo que éramos capaces de abarcar.
"En ese lugar, unas estrellas descendieron del firmamento", contaba, "y unos pastores se acercaron al lugar para ver donde habían caído. Allí se encontraron una caja de madera con unos restos mágicos... Tan mágicos que descubrieron que era Santiago, el apóstol más viajero de los apóstoles... Y decidieron fundar una iglesia allí mismo con el nombre de Santiago de 'Campo Estrella', en honor a las estrellas que cayeron del firmamento."
Nuestros ojitos miraban asombrados la maravillosa historia contada con mimo por la maestra: "La iglesia se convirtió en ciudad. La gente iba a ver el santo sepulcro. Miles de personas caminando siguiendo la vía láctea, esa marañana de luces que se puede ver en el cielo y que llevan a Santiago. Santiago de Compostela, Santiago de Campo-Estrella"
Esa fue la primera vez que tuve referencia, al menos que recuerde del camino. Luego vinieron historias menos populares, el viajar a Roncesvalles, pintar flechas y viajar monumentos.
Y no fue hasta el verano del 2001 cuando fui a Santiago cuando tomé la decisión de que algún día haría el camino. Era emocionante ver cómo entraban los peregrinos a la Plaza del Obradoiro entre lágrimas. Y yo quería vivir eso.
Pues bien. A plazos voy a empezar a cumplir objetivos y me voy a Roncesvalles esta tarde. Con una mochila pequeña y un matojo de nervios. A seguir la flecha. A seguir caminando. Qué mejor que caminar...