lunes, septiembre 13, 2010

Paisajes


Estos días de descanso ando buscando paisajes. Cotidianos, especiales, diferentes... El caso es hacer algo diferente cada día. Los busco con el coche, los busco con los pies, en los libros, en las fotos, en los recuerdos..
Por eso ando con los ojos más abiertos, los oídos afinados y el tacto limpio. Porque en cualquier sitio aparece un marco que compartir, del que aprender. Ayer, repasando las fotos de mi ordenador encontré un lugar árido al que recurro cuando quiero paz. Paz y sol. No tiene mar azul sino praderas amarillas en otoño y verdes en primavera. Es silencioso y frío en invierno e infernal y ruidoso en verano. A mi me gusta. Me ayuda a entenderme, a saber por qué a veces soy como soy.
De pequeño me daba miedo pensar en la inmensidad de esta pradera llamada 'Tierra de Campos'; 'campos de tierra' según Machado. Cuando íbamos en el coche camino del pueblo de mi padre y pasábamos por aquí, procuraba agarrarme bien al asiento para estar seguro. Me imaginaba solo en una tarde calurosa en mitad de la nada tratando de encontrar la salida. Me daba angustia... Quería llegar pronto... que desapareciera ese vacío.
Han pasado los años y ahora cada vez que vuelvo al pueblo cojo la bicicleta y me acerco a uno de los altos para contemplar esas praderas sin árboles con otro aire. Con más sabiduría, menos ingenuidad y más ganas de paz. Mismo paisaje, diferentes sensaciones.
Ahora busco estar en mitad de esa nada.

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