sábado, septiembre 22, 2007

Túneles, felicidades y amarguras


"La Belleza del paisaje está en su armagura", AHMET RASIM

Así empieza el libro e Orhan Pamuk, 'Estambul' que me sirvió de inicio para mi viaje de verano. Del 3 al 10 de septiembre, Turquía ampliaba mis horizontes viajeros hacia el este. Dejaba de decir que lo más al este que he estado es Venecia, para mentalizarme de que ahora ya he cumplido y he estado en dos continentes. Europa y Asia.
Pamuk habla de un Estambul amargo. Alguien que ama su ciudad habla de un sitio en el que la tristeza ha dejado paso a la amargura. Y la verdad es que algo de razón puede tener. Pateé con mis Converse azules las callejuelas de la zona europea más islámica y la más occidental. Recorrí el Bósforo contemplando el atardecer más maravilloso que he visto en mi vida. El narajana de Estambul es pura nostalgia. Pura amargura.
Los cánticos, los olores... Quiero repetir la experiencia en cuanto pueda. Espero que pronto.... Ahora he vuelto a la realidad gijonesa, con cambios bruscos en el trabajo y con ausencias... Espero que todo vaya bien y vea pronto la salida de este tunel de otoño en el que me he metido. Mi mano ya busca la luz, como en la foto. Es una de las ciudades subterráneas que hay en la Capadocia, lugar que también visité.
Orhan Pamuk escribe en el libro con el que inicié mi viaje uno de los parrafos más maravillosos que he leído para entender por qué algunos amamos las ciudades que nos trasmiten cosas. El ama Estambul por encima de todas las cosas. Espero algún día sentir un poquito de lo mismo por su ciudad...

"Las sensaciones de Estambul al observar el paisaje de la ciudad, al caminar por sus calles o al atravesarla en barco, se unen a las imágenes, pero es algo que no sólo se consigue contemplando el panorama mientras se pasea, sino siendo capaz de aglutinar dentro de uno mismo el estado espiritual con las estampas que nos concede la ciudad. Si se hace con sinceridad y un mínimo de talento, en la memoria se funden las imágenes de la ciudad con los sentimientos más profundos y sinceros, con el dolor, la tristeza, la amargura y, a veces, con la felicidad, la alegría de vivir y el optimismo.
Si aprendemos a ver así una ciudad y vivimos en ella lo suficiente como para tener la oportunidad de unir su paisaje a nuestros sentimientos más auténticos y profundos, un tiempo después las calles de nuestra ciudad, sus vistas, su paisaje, se convertirán en una serie de cosas que, de la misma forma que hay ciertas canciones que nos recuerdan de inmediato amores y decepciones, nos recordarán uno por uno determinados sentimientos y estados espirituales. "

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