domingo, marzo 28, 2010

Fresas y nata


Uno de los síntomas de la primavera, además del calorcillo que poco a poco se cuela por las rendijas de mi piel es la llegada de las fresas. Ayer, cuando fui a hacer la compra semanal me topé en la frutería con el olor inconfundible de ese fruto rojo. Yo pedía tomates, pero el cerebro me decía -y fresas...-, compre dos kilos de naranjas, una berenjena -pero no te olvides de esas maravillosas fresas...-, elegí cuatro plátanos, un par de kiwis y claro, al final hice caso a mi cerebro y compré 200 gramos de fresas.

Y nata. Que luego las tomaré con zumo, con leche o solas. Hay muchos días para comprar más fresas en la frutería. La primera vez del año siempre tienen que ser con nata. Fresas con nata. Mezclar el dulce sabor blanco con la acidez perfecta de la fresa recién llegada. Puse un plátano también, para contrarrestar sabores. Y ahora están en mi estómago celebrando que la primavera cumple sus ritos y sus tradiciones y que ellas no me abandonan tampoco en el camino hacia los días felices.

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