sábado, mayo 01, 2010

Reencuentros


Todos en la vida tratamos de llevar un camino recto. En línea decidida hacia no sabemos dónde. Buscamos la dirección que une dos puntos de la manera más directa. ¡Rápido, rápido, sin mirar atrás! Como en los arcenes y separaciones de las carreteras por las que circulamos con nuestros coches: un dibujo recto sin recovecos.
Pero resulta que las carreteras tienen curvas, altibajos, las líneas se rompen, se separan y se vuelven a unir... Y la vida también sigue el mismo destino. Nuestro camino recto se tuerce, se desvía... retrocede, marcha entre pausas... y vuelve hacía atrás.
Este fin de semana tres amigas se encontraron en Pamplona tras años sin verse. Había nervios, risas, miradas perdidas.... felicidad. El sol calentaba la ciudad en la Plaza del Castillo y la ciudad mostraba una de sus caras más bellas desde el balcón del Orfeón Pamplonés. La que vivía en Pamplona las recibió con un abrazo intenso. Y el tiempo se paró un momento para correr hacia atrás... Quince años atrás.
Las palabras brotaban a borbotones, los gestos eran nerviosos y las risas salían con extremada naturalidad. Todo iba rápido en un escenario nuevo. Hablaban y se miraban recordando todo lo que habían vivido. Pasaban entre sus manos fotos de hijos, de lugares. Se contaban entre cervezas y vinos proyectos; y construían juntas el recuerdo de todo lo que habían vivido en su camino recto.
Su carretera vital esa mañana giró bruscamente y miró hacía atrás. Retrocedió en el tiempo y les hizo entenderse mejor, comprender por qué son cómo son. Durante unas horas su camino recto se torció amablemente y el mío sin formar parte de su historia también lo hizo. Parecía como si hubiese vivido sus "encerronas" en bares de Pamplona, los míticos platos de pasta de los domingos, las máquinas de escribir bajadas a la Universidad o las excursiones en el viejo coche de una ellas.
Me hicieron aprender lo importante que puede ser conservar aquello que quieres y que muchas veces el camino recto que queremos seguir nos obliga a abandonar. Que la vida es una curva constante y que los destinos rectos no existen. O si existen son demasiado aburridos. Que hay que recordar, sin nostalgia, eso sí. Hay que recordar para no olvidar cómo es realmente uno, para entenderse y entender todo lo que nos rodea.
Porque el tiempo gira, no es recto por mucho que nos empeñemos. Y como las estaciones o los días, todo lo bello vuelve de manera diferente como ese sol de primavera en la Plaza del Castillo.

No hay comentarios: