

Y como Pelayo en Gijón, la Cibeles en Madrid, Colón en Barcelona, Don Diego López de Haro en Bilbao o Espartero en Logroño... ahí está viendo pasar el tiempo. Ahora la van a restaurar. El Diario de Navarra publica estas maravillosas fotos para que podamos ver sus ojos, sus arrugas antes de que empiece el proceso... Sigue ahí, altiva y sonriente en verano con la tómbola dando premios e ilusión. Fría y amigable en el otoño, empapándose de lluvia y del olor de las brasas del castañero de la Calle Comedias. Silenciosa y misteriosa en invierno, cuando la nieve rellena su corona y sólo se oye el leve sonido de las campanas de las iglesias. Viva y locuaz en primavera, cuando las flores rojas y blancas inundan los jardines del paseo y los jóvenes pamplonicas se sientan en sus escaleras esperándose unos a otros con miles de cosas que contarse y vivir en los recovecos del Casco Viejo.
De pequeño yo la miraba con orgullo. Como algo inalcanzable. Su cabeza coronada siempre en la misma posición. Ese brazo con un papel en piedra enigmático con un 1903 claro y preciso. Cadenas caían de su mano y pensaba que se cansaría de estar sujetándolas. Cambiaría de posición. Pero no. Ahí estaba todos los días, esperando una inauguración que nunca llegaba. Que nunca llegará. Porque los navarros la construyeron para defender su historia y esa peculiaridad la hace especial: Una estatua sin presentación en sociedad.
Ahora, en unos meses volverá a lucir guapa. Y pensará que va a llegar la hora de que alguien le deje cortar un lazo de un manotazo con sus cadenas. Y se dará cuenta de que eso no va a ocurrir y volverá entonces a mirar al horizonte sin fijarse en nosotros. Altiva. Pensativa. Con algo de dolor. Esperando. Esperando...
No hay comentarios:
Publicar un comentario