miércoles, octubre 28, 2009

Testigo de la ciudad.



El Puente de Brooklyn tiene 1825 metros de largo. 5989 pies. Imagínate poner los talones uno de tras de otro... juntos, mirar al suelo... tacón con tacón y empezar a contar. Desde la Printing House Square en Brooklyn hasta Manhattan te salen casi seis mil... Sin equivocarte ni volver a empezar. Menudo trabajo

El Puente de Brooklyn es un gran símbolo. Une y separa los sueños de la gente. Los que vienen y los que van. Porque hay más puentes en Nueva York, pero este es 'El Puente'. El que más se fotografía, el que más se sueña, el que más se pasea, el más antiguo de la ciudad.
Se empezó a construir en 1852. No físicamente, pero sí en la cabeza de John Augustus Robebling, un ingeniero y propietario de una compañía metalúrgica, que no pudo llegar un día a Brooklyn porque el Ferry que lo llevaba a su casa no podía cruzar el Hudson debido al hielo. Allí decidió que había que hacer un puente fuerte y consistente. Tres años más tarde diseño el proyecto y comenzó a construirse en 1870. Se acabó el 24 de mayo de 1883. Su autor no pudo ver terminada su obra. Murió de tétanos. Se fracturó gravemente un pie durante el proceso de construcción por culpa de un choque con un ferry. Su extremidad no aguantó. Tuvieron que apuntarle los dedos, pero no fue suficiente y la dolencia pudo con el ingeniero. Le sustituyó su hijo que también sufrió una enfermedad por su trabajo en los pozos de cimentación. Su mujer se convirtió entonces en su ayudante y transmitía sus órdenes como una ingeniera más. Por eso fue ella quien pasó por primera vez el puente. Una mujer.

Que es una obra de arte nadie lo duda. La piedras viejas de sus dos grandes pilastras son dos grandes ventanas góticas sin vidrieras. Los cables de acero dibujan durante el camino líneas y figuras imposibles de olvidar. Son perfectas. El paisanaje camina rápido andando o en bicicleta por el centro del puente. Los coches a un lado. No son los protagonistas. Quien manda aquí es el peatón sonriente que se aleja de los rascacielos camino de casa o camina con paso firme hacia el bosque de edificios más maravilloso del mundo.

Este puente ha vivido grandes momentos. Algunos tristes, otros alegres. Es uno de los personajes con más solera de la ciudad. Ha sido testigo de la transformación de la vieja Nueva Amsterdam a Nueva York. Cuando iba caminando por su zona peatonal me venían a la mente las imágenes de aquel 11 de septiembre cuando todo el mundo huía de la ciudad por sus piedras. Es el puente más cercano a la zona cero y era la única manera segura de huir de la Gran Manzana.

Por suerte, yo los hice desde el barrio neoyorkino hasta la isla. Mi 'peregrinación' fue a eso de la una de la tarde. El sol pegaba fuerte y el río estaba en calma. La ciudad se iba a acercando a nosotros tranquila. A cada paso los edificios eran más armoniosos... Todos colocados perfectamente. Dejando a la luz el maravilloso skyline de New York. ¡Cómo ha visto cambiar este puente esta ciudad!
Entonces me acordé del final de la película de Scorsese 'Gangs of New York'. Leonardo Di Caprio desde Brooklyn se despide de Manhattan con unas frases que bien valdrían para lo que la ciudad vivió el 11-S. Pero sobre todo, el montaje final reflejaba lo que significa este puente en Nueva York, ese paso del tiempo imperturbable sobre sus piedras... Y esa música, la de U2, se me metió en la cabeza y formó y forma parte de mi paseo, de la banda sonora de este lugar. De estos casi 6000 pasos que hice una tarde de septiembre.


No hay comentarios: